El «monopolio de la oración» o la propaganda fueron algunos de los elementos más importantes para el incremento de las donaciones a la Iglesia durante la Edad Media.
Ahora que termina la Semana Santa muchos se han podido preguntar el lugar que ocupan los valores cristianos originarios en esta celebración, ya que en algunas zonas se vive con ostentosidad. Sabemos que la riqueza de las procesiones tiene su origen en las aportaciones de miles de fieles que se reúnen en torno a cofradías, que son las responsables de organizar y preparar sus imágenes. Pero ese debate a veces deriva en el de las riquezas de la Iglesia, especialmente la rama católica del cristianismo.
Para tratar de aportar algo de conocimiento al debate, hemos encontrado un artículo publicado en el número 347 de la revista Historia 16, que trata precisamente de las riquezas de la Iglesia en el primer milenio. En él se explica que en el año 1000 la Iglesia carecía de unidad, pero era la mayor propietaria de tierras de Europa. Su patrimonio no vendría determinado por una política inversionista, sino que sus propiedades eran fruto de las donaciones que había recibido desde el siglo IV. El autor del artículo, Armando Besga Marroquín, encuentra varias causas a las donaciones.
Sitúa en el año 313, con el Edicto de Milán, el origen de la recepción de donaciones cuantiosas que procedían en muchos casos de los bienes de los templos paganos. El emperador Constantino ofreció una donación de 963 kilogramos de oro, 5.300 de plata y rentas anuales equivalentes a 148 kilogramos de oro. La Iglesia no solo recibió generosas donaciones del emperador, sino que miembros de su familia también las hicieron, como Helena, su madre, que más tarde fue elevada al nivel de santa. Hasta el final del Imperio Romano de Occidente —exceptuando el reinado de Juliano— se mantuvo este apoyo a la Iglesia. Besga afirma que esta institución fue la única que prosperó mientras el Imperio Romano caía. Incluso expone que algunos autores aseguran que esta es una de las causas de la caída del imperio.
Durante la Alta Edad Media las donaciones fueron comunes debido a que llegaba a sustituir al escaso comercio. Cita el ejemplo de Lupo de Ferrières que obtuvo un material necesario para cubrir la cúpula de su abadía tras pedir al rey de Mercia que se lo enviase a cambio de oraciones. Las donaciones se consolidaron como un ingrediente muy importante en el sistema político, y la Iglesia ocupó un lugar muy relevante en el mismo. «Recibió más que nadie […] y solía recibir y no dar bienes materiales».
Un medio para favorecer las donaciones se encontraba en que los clérigos eran los únicos que podían hacer eficaces las oraciones, y ese «monopolio de la oración», como lo define Besga, hizo que muchos laicos realizaran aportaciones para beneficiarse de las plegarias realizadas por los religiosos. También la propaganda fue un medio clave debido a que se realizaron campañas activas que invitaban a la caridad, la limosna y al pago de diezmo a la Iglesia.
Por último —y tenga en cuenta el lector que esto es un resumen muy escueto, puesto que el artículo es extenso y detallado— las usurpaciones y confiscaciones no favorecieron el crecimiento de las propiedades de la Iglesia, sino que lo frenaron o lo hicieron retroceder. La Iglesia, a pesar de su poder, era débil en el ámbito militar, y eso provocó que muchos nobles ocuparan tierras de su propiedad en situaciones de caos político. A veces, la relación de la Iglesia con la monarquía iba en contra de sus intereses, puesto que los reyes consideraban que, en última instancia, las propiedades eclesiásticas eran suyas. Pero en otras, la Iglesia se vio beneficiada por la monarquía. Un ejemplo sería la defensa del Papa realizada por Pipino el Breve contra los lombardos que llevó a la creación de los Estados Pontificios.
Fuente
Besga Marroquín, Armando (2005). «Las riquezas de la Igelsia. Primer milenio. ¿De dónde proceden?» En Historia 16, 347, p. 8-29.