12 de enero de 2024Artículos de pensamiento
Año 1858, Bolonia. Un grupo de soldados de la Guardia Pontificia aparece por la noche y sin previo aviso en la casa de la familia judía Mortara. La misión es clara: detener al pequeño de seis años, Edgardo Mortara, para llevarlo a Roma y que así pueda asumir la educación católica y afianzarse en la fe. Se trata de una orden apoyada y financiada por el propio Papa Pío IX.
10 DE ENERO DE 2024, 9:16
Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx
Pasan las horas y poco a poco se irá revelando que el Santo Oficio había recibido la información de que el joven judío había sido bautizado sin el conocimiento de sus padres. Al parecer, una sirvienta descontenta, temiendo que el niño muriera durante un episodio de fiebre moderada, había decidido improvisar un bautizo con el agua de un florero con el fin de poder salvar su alma del purgatorio. Un rito que, según el dogma de la iglesia, es totalmente válido y una vez se produce, ya no hay marcha atrás, motivo por el que la iglesia puede reclamar al niño si ve peligros en su “alma”. Práctica nada inusual durante los máximos años de hegemonía de los Estados Pontificios.
La cinta de Bellocchio cuenta la historia real de un suceso que conmocionó a Europa
Esta es la historia real sobre la que se articula la nueva película de Marco Bellocchio, “El rapto”. Un suceso que conmocionó a Europa y que contó con el apoyo y condena de numerosos países, entre ellos la Francia de Napoleón III, y que a la postre sería un elemento más en las muchas guerras y conflictos que acabarían en la disolución de los Estados Pontificios en 1870.
La cinta de Bellocchio cuenta muy bien cómo el niño fue secuestrado y cómo la familia Mortara (interpretados por Barbara Ronchi y Fausto Russo) nunca se dio por vencida e intentó por todos los medios convencer al Papa para que le devolviera a su hijo. Se dirigieron a varios periódicos y lograron convertir la historia en uno de los “bombazos” de finales del siglo XIX. El papa, muy bien interpretado por Paolo Pierobon, es un personaje complejo y siniestro que en ningún momento se arrepiente de lo que hizo y que siempre está en posesión de la verdad y un paso por encima de todos. No olvidemos que este Papa fue el que instituyó el dogma de “la infalibilidad del Sumo Pontífice” para que nadie pudiera cuestionarle ni ponerle en duda.
En este sentido, es muy interesante ver a la familia Mortara enfrentarse contra todos los poderes de la época y descubrir cómo la intolerancia y el antisemitismo estaban tan arraigados en la sociedad que nadie se cuestionaba si raptar a un niño judío estaba mal, sino si los dogmas católicos estaban bien empleados en el caso. Es decir, en la cinta no se cuestiona si lo que hizo el Papa era inmoral, sino si realmente fue bautizado y el dogma fue empleado de manera correcta y oportuna. Un punto que tiene algo de terrorífico, ya que da pie para justificar cualquier acto en nombre de Dios.
“El rapto” es una buena película con un director hábil y experimentado tras la cámara
“El rapto” es una producción muy cuidada con una dirección artística que busca trasladarnos ante la Italia de 1858. Bellocchio centra muy bien su mirada en los sucesos que provocaron el famoso rapto, especialmente en las luchas administrativas, aunque posteriormente la película se va desinflando a medida que el suceso va tomando forma y el joven Edgardo se va acomodando en Roma. La manipulación al niño y su transformación en un sacerdote de referencia en toda Europa apenas será tratado en un par de planos. En esta parte Bellocchio ya no se siente tan cómodo y prefiere apoyarse en el aspecto visual, estirando la trama de manera innecesaria hasta superar las dos horas.
Habría preferido que la historia se centrara más en la transformación y conversión de Edgardo en un sacerdote casi extremista y fanático, que no duda en renegar de su familia e incluso ofender a su madre en su lecho de muerte. Elementos mucho más interesantes que todas las intrigas palaciegas y de poder que solo ayudan a estirar y deslucir la trama. De hecho, la producción artística también se resiente cuando Bellocchio nos muestra la guerra o ciertos disturbios, lo que demuestra que, en el fondo, no hay demasiado presupuesto.
A pesar de estos problemas, es indudable que “El rapto” es una buena película con un director hábil y experimentado tras la cámara. Su historia atrapa, y aunque no acaba de sacarle todo el jugo, es de esos sucesos que han marcado a Europa y que no deben nunca ser olvidados