17 de julio de 2024Artículos de pensamiento
- Banco Ambrosiano y Roberto Calvi son los máximos exponentes de los negocios turbios del Banco Vaticano
- La red de corrupción se ha alimentado de chantajes, blanqueo de capitales y varias muertes sospechosas
- Diferentes Papas han expresado su deseo de limpiar la gestión financiera, una misión casi imposible
Roberto Calvi y su detención
- Banco Ambrosiano y Roberto Calvi son los máximos exponentes de los negocios turbios del Banco Vaticano
- La red de corrupción se ha alimentado de chantajes, blanqueo de capitales y varias muertes sospechosas
- Diferentes Papas han expresado su deseo de limpiar la gestión financiera, una misión casi imposible
Madrid
7:01 – 3/07/2023 Actualizado: 09:02 – 3/07/23
La distancia entre los asuntos de Dios y de la mafia es prácticamente inexistente cuando se analiza la historia del Banco Vaticano. Corrupción, chantaje y muertes han campado a sus anchas en la casa del Señor tejiendo una red tan densa que deshacerla, a día de hoy, aún se asume imposible. La historia, al igual que las mejores películas corales, puede ser contada desde muchos ángulos. Aquí la contaremos a través de dos hechos que influyeron especialmente en el descrédito en que se sumió la entidad: los lazos con el Banco Ambrosiano y la misteriosa muerte de Roberto Calvi, una relación que marcaría las finanzas de la Santa Sede para siempre.
Desde que el Papa Pío XII lo fundara en 1942, han sido más las décadas en las que en Banco Vaticano ha protagonizado escándalos que las que estuvo libre de pecado. El objetivo primigenio del Instituto para las Obras de Religión (IOR), nombre oficial de la entidad, era administrar los bienes propiedad de la Iglesia Católica destinados a obras de religión o caridad, pero los distintos gestores que estuvieron a los mandos diversificaron las tareas hacia terrenos más pantanosos.
El ‘banco de los curas’, actor fundamental en la crisis de credibilidad
Para adentrarse en la polémica es necesario presentar al primero de los protagonistas: el Banco Ambrosiano, del que el Banco Vaticano era principal accionista. El llamado ‘banco de los curas’, fue fundado en 1896 por el Beato Giuseppe Tovini, con el propósito de promover un banco católico entre la oferta de bancos laicos ya existentes. La idea original se pervertiría en el siglo siguiente. En 1960, la expansión del negocio le llevó a Luxemburgo, donde abrirían una filial bajo el nombre de Holding del Banco Ambrosiano. Esta estaría presidida por Carlo Canesi, quien contrataría para su equipo a Roberto Calvi y marcaría, sin saberlo, la historia del Banco Vaticano.
Calvi tuvo una promoción rápida y en 1971 ya había alcanzado la presidencia del Banco Ambrosiano. Con él al frente, los negocios en el exterior se multiplicaron: compañías en Bahamas o Sudamérica o una filial el Perú, el Banco Ambrosiano Andino. Y también se expandió el campo de acción hacia trámites como el que blanqueo dinero de partidos políticos o la dictadura de Somoza en Nicaragua. Incluso habría proporcionado fondos al movimiento anticomunista Solidaridad en Polonia, país de origen del Papa Juan Pablo II y argumento principal de la guerra ideológica contra el comunismo en la que se adentraría más tarde el Vaticano.
Para 1978, el Banco de Italia elaboró un informe en el que advertía de los sospechosos movimientos de fondos del Banco Ambrosiano y promovió una investigación sobre el imperio financiero de Calvi. Sin embargo, un cúmulo de trágicos sucesos ocurrido ese mismo año, y coincidentes con el inicio de las averiguaciones en torno al ‘banco de los curas’, oscurecerían aún más la historia. Por un lado, el asesinato de Emilio Alessandrini, el magistrado de Milán que investigaba el caso y por otro, la muerte del Papa Juan Pablo I en septiembre de 1978, a los 65 años y apenas un mes después de que la fumata le anunciara en el cargo, suscitó varias teorías que apuntaban al asesinato ante los planes del pontífice para limpiar el nombre del Banco Vaticano.
Oficialmente la muerte de Albino Luciani, nombre real de Juan Pablo I, la provocó un infarto de miocardio. Sin embargo, las conjeturas alternativas tuvieron más resonancia debido a los diferentes testimonios que fraguarían toda una trama de conspiración que aumentaría las dudas. Primero, porque la mueca similar a una sonrisa que detallaron quienes le encontraron no encaja con la afección que derivó en la muerte; segundo, porque habría fallecido mientras leía unos papeles importantes relacionados con la reorganización del sistema; y tercero, porque al cuerpo no se le realizó ninguna autopsia que confirmara el diagnóstico. Otras especulaciones que apuntan a la CIA, la KGB e incluso a grupos masónicos como responsables de la muerte, pero ninguna pasó del status de hipótesis. Aunque ninguno de los datos de la versión oficiosa pudo ser probado en los siguientes años para destripar el mensaje oficial, lo que sí está claro es que Juan Pablo I tenía la intención de limpiar el Banco Vaticano y no pudo llevarla a cabo.
Tras años campando a sus anchas, los gestores del Banco Ambrosiano no pudieron esquivar durante más tiempo a la justicia y en 1981, ya con Juan Pablo II al frente, Calvi fue condenado a cuatro años de cárcel, aunque solo cumplió unos meses antes de volver a ponerse al frente de la entidad. Aún así, el final estaba escrito y no sólo se llevaría por delante a Calvi sino a los demás colaboradores necesarios de la red corrupta. Entre ellos, el presidente del Banco del Vaticano en las décadas de los 70 y los 80, Paul Marcinkus, algunos cardenales y obispos de la Iglesia Católica, o Michele Sindona, empresario y banquero siciliano conocido por codearse con la mafia y abrir las puertas del Ambrosiano a la logia masónica Propaganda Due (P2).
Roberto Calvi.
El Banco Ambrosiano aguantó hasta 1982; desde entonces, el control lo asumió el Banco de Italia, que lo renombró como Nuovo Banco Ambrosiano. La investigación determinó que había más de 1.200 millones de dólares de procedencia desconocida. Una realidad digna del mejor de los guiones que, de hecho, tomaría prestada Francis Ford Coppola para una de las tramas de El Padrino III.
¿Quién asumiría las pérdidas a las que habían sido abocadas las empresas en el extranjero? En una decisión sin precedentes y como asunción, en parte, de su responsabilidad “moral” en el entramado corrupto, el Vaticano pagó en torno a 400 millones de dólares a los acreedores del Banco Ambrosiano.
El extraño suicidio del banquero de Dios
¿Y Calvi? Escondido tras un pasaporte falso y una nueva imagen sin su bigote representativo, el banquero de 62 años huyó del país el 10 de junio 1982, pero el futuro no le depararía muchas posibilidades. Ocho días más tarde fue encontrado colgado de los andamios del Blackfriars Bridge de Londres -el puente de los frailes negros- en una muerte decretada por suicidio pero que se investigaría durante años ante las fuertes sospechas de que pudiera tratarse de un asesinato. Y es que las condiciones en las que fue encontrado alimentaban esta segunda versión. En los bolsillos de Calvi había ladrillos y unos 14.000 dólares en varias divisas.
La situación en la que fue hallado el cuerpo instaló las dudas sobre la versión del suicidio. No solo tendría que haber hecho un ejercicio casi de malabarismo para moverse por el andamio y preparar el escenario casi en vilo, sino que, además, algunos documentos achacados a los forenses indican que las marcas del cuello no coincidían con las propias de un ahorcamiento y los lastres de los bolsillos no contenían ninguna huella del fallecido. Una segunda versión apuntaba a que alguien le habría llevado en barca hasta ese lugar y le habría colgado de madrugada para que fuera encontrado, aunque este escenario también presentaba grandes lagunas por la dificultad de subir un cuerpo inerte hasta la altura en la que apareció.
Tras años de investigaciones después de que la familia de Calvi no aceptara la versión del ahorcamiento, en 2007 un tribunal de Roma determinó que el banquero de Dios fue asesinado; los presuntos autores -casi todos pertenecientes a una mafia cabreada por la quiebra del banco que alojaba sus fondos- nunca fueron condenados por falta de pruebas. Los magistrados apuntaron, entre otros, al capo siciliano a Pippo Calo -jefe de la Cosa Nostra- y a Flavio Carboni, un empresario también vinculado con la mafia con quien Calvi habría compartido negocios, aunque la ausencia de pesquisas dejó el caso inconcluso.
La historia está plagada de muertes. La de Sindona -aquel banquero que abrió paso a los masones al Banco Ambrosiano- también fue muy ‘cinematográfica’. Un café edulcorado con cianuro acabó con su vida solo dos días después de haber ingresado en una cárcel italiana de alta seguridad en la que pasaría el resto de su vida. La técnica es marca de la casa de la mafia italiana, aunque alguna versión apuntó a que quien puso el veneno fue el propio Sindona con el objetivo de conseguir algún permiso o cumplir condena en EEUU, pero se pasó con la dosis.
Lo cierto es que también tenía viejas rencillas pendientes. El banquero, creador de Banca Privada -también participado por el Banco Vaticano-, llegó a ser nombrado ‘hombre del año’ por el Gobierno de Roma en 1974 pero acabó siendo un experto en paraísos fiscales y blanqueo de dinero. Cuando su fraude quedó al descubierto pidió ayuda a Calvi, con quien tenía negocios en común, pero este se la negó y acudió a Cosa Nostra para quitar de en medio a su principal problema: el comisario Giorgio Ambrosoli, encargado de liquidar su imperio financiero. Sindona escapó de la justicia huyendo a EEUU en 1979 pero finalmente sería extraditado a Italia en 1984 y condenado a cadena perpetua.
El milagro que los pontífices no pudieron obrar
El Banco Vaticano nunca ha logrado recuperarse de la crisis de credibilidad en la que se sumió en los años 70, aunque los lazos con Calvi y el Banco Ambrosiano no son los únicos de dudosa legitimidad tendidos por la entidad. Los intentos de varios pontífices por limpiar su nombre han sido torpedeados por sucesivos escándalos.
Quizás el de Juan Pablo II fue el Pontificado con mayor número de movimientos comprometedores. Mientras el ‘caso Calvi’ aún coleteaba, quien fuera presidente del banco Vaticano entre 1999 y 2009, Angelo Caloia, también hacía de las suyas. Sus años de gestión acabaron en los tribunales por sustracción de ganancias de la venta de propiedades del Vaticano y fue condenado por hacer desaparecer 17 millones de euros de la venta de inmuebles.
El fallecimiento de Juan Pablo II abriría las puertas a una nueva era. Benedicto XVI, máximo representante de la Santa Sede desde 2005, situó la transparencia en las finanzas en el centro de sus misiones, y no tendría que esperar mucho tiempo para lidiar con el primer problema.
En 2009, el Banco Vaticano fue investigado por lavado de dinero, de 180 millones de euros concretamente. En ese momento, el presidente del IOR era el economista y banquero Ettore Gotti Tedeschi, llamado al cargo para supervisar y reformar el banco tras descubrirse más de 20.000 cuentas opacas, pero su mandato finalizó en un cruce de acusaciones de corrupción y de mal hacer por parte de pesos pesados de la Iglesia. “Si me asesinan, aquí está la razón de mi muerte”, llegó a advertir en una nota a sus contactos más íntimos tras destapar el entramado.
El cargo para controlar las finanzas parecía maldito. Por él pasaron varios perfiles en poco tiempo y, pese a los intentos de Joseph Cardinal Ratzinger, nombre de pila de Benedicto XVI, para acabar con la corrupción, su mandato llegaría a fin sin haber cumplido su principal pretensión.
La abrupta retirada del Papa en 2013 se dio después del robo de documentos sensibles del Vaticano, en un caso denominado ‘Vatileaks‘, en el que habrían desaparecido datos que implicaban directamente a la Santa Sede en casos de corrupción y chantaje. Las teorías apuntan a que el caso fue creado desde dentro para provocar la salida de Benedicto XVI ante la incomodidad que generaban en la Iglesia sus intenciones de ‘purificar’ el Banco Vaticano y abrirlo a los estándares regulatorios internacionales.
El sucesor heredaría no solo el cargo sino también las intenciones de acabar con el arraigado hábito de burlar la ley. Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, ordenó la creación de una Comisión Pontificia para estudiar una posible reforma financiera después de que el banco de inversión estadounidense JP Morgan cerrara una de las cuentas del Banco Vaticano ante la información insuficiente sobre el origen de 1.800 millones de euros en depósitos. Este nuevo aireamiento de los trapos sucios del banco removió el seno de la Iglesia. El Papa Francisco despidió a cuatro cardenales y nombró al prelado australiano George Pell como prefecto de la nueva Secretaría de Economía, para supervisar el presupuesto de la Santa Sede y el Vaticano.
No serían los únicos despidos que acometería el Papa Francisco. Cambió por completo la junta de la Autoridad de Inteligencia Financiera, que regulaba las finanzas del Vaticano: despidió a cinco miembros y aprovechó la renovación para ‘internacionalizarla’. Desde ese momento, la junta no solo la integrarían italianos sino miembros de todo el mundo.
Devolver la ética a su sitio
¿Han funcionado los esfuerzos por limpiar el nombre del Banco Vaticano? La red de corrupción, filtrada a diferentes estamentos de la clase política y empresarial de Italia, es tan compleja que deshacerla para devolver la ética a su sitio está resultando complejo, aunque en los últimos resultados del Instituto para las Obras de Religión revelan cierto avance. El Banco Vaticano obtuvo una ganancia neta de 29,6 millones de euros en 2022, un 63% más con los que se recuperaron aquellos 17 millones de euros que habían sido robados de la venta de edificios del Vaticano.
“Se esperan más éxitos en 2023 en la lucha contra los abusos del pasado”. Esta cita, del presidente de la junta de supervisores del banco, Jean-Baptiste de Franssu, en el cargo desde 2014, es la última declaración de intenciones que se realiza desde dentro de los muros financieros del Vaticano, una más, para por fin separar los asuntos de Dios de los de la mafia.