La pena de muerte y los crímenes en la historia de la Iglesia Católica

La pena de muerte y los crímenes en la historia de la Iglesia Católica

por | Mar 17, 2024 | COLABORADORES

17 de marzo de 2024Artículos de pensamiento

Francisco declaró “inadmisible” la pena capital. La caza de brujas, las Cruzadas, la Inquisición, la Conquista de América y la Matanza de San Bartolomé son algunos de los hitos vinculados con esa práctica.

La historia de la Santa Iglesia Católica está plagada de crímenes y abusos, muchos de ellos vinculados a la aceptación de la pena de muerte como doctrina. Año 314, con Galerio, Licinio y Constantino, la Iglesia sella con el Estado una estrecha alianza que se prolongara por siempre

REDACCIÓN CLARÍN

Actualizado al 04/08/2018 23:31

En el “Edicto de Milán” los obispos decretan en Arles la condena eterna de cualquier rebelde.

Luego el alto clero cristiano asumió la posesión de grandes extensiones de tierra y a quienes le hicieran resistencia condenaban como “herejes” y les expropiaban sus propiedades. Se inicia una persecución inmisericorde contra todo lo que pusiera en duda los dogmas y la conducta de esa casta jerárquica cristiana.

Uno de los que argumentaron la necesidad de estos tratos violentos y exterminio físico de los herejes fue Agustín de Tagarte (345-430) doctor y padre de la Iglesia, para él era mejor quemar a un hereje que abandonarlo en sus errores.

​En el 360, San Ambrosio, obispo de Milán, durante el imperio de Teodosio, instigó al primer incendio de una sinagoga en Kallinikon (hoy Raqqa, Siria), el santo declaró haber dado la orden, ya que los judíos eran merecedores de la muerte. Los ejecutores de la orden fueron monjes.

Jerónimo, otro padre de la Iglesia, exhortaba a matar a un tal Vigilancio, en nombre de la salvación de su alma.

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En el año 382, Teodosio I suscribió edictos contra maniqueos y paganos donde se contemplaban condenas de muerte y confiscación de bienes. Se iba creando así lo que en el futuro seria la santa Inquisición.

Año 415, el obispo de Alejandria, Cirilo I, fue el verdugo de Hipatia. Ordenó a los monjes que la emboscaran, la violaran, torturaran, sus tendones fueron cortados con afiladas conchas y finalmente fue descoyuntada. El pecado de Hipatia fue haber sido hermosa, filósofa neoplatónica y maestra de matemáticas.

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En el concilio de Clermont, 1095, el papa Urbano II pronunció esta beligerante proclama bajo el titular “Dios lo quiere”: “Quienes lucharon antes en guerra privadas entre fieles, que combatan ahora contra los infieles y alcancen la victoria en una guerra que ya había de haber comenzado; que quienes hasta ahora fueron bandidos, se hagan soldados; que los que antes combatieron a sus hermanos, luchen contra los bárbaros”. Todo para dar comienzo a las Cruzadas que dejaron millones de muertos.

La cruzada albigense (denominación derivada de Albi, ciudad situada en el suroeste de Francia), también conocida como cruzada cátara o cruzada contra los cátaros, fue un conflicto armado que tuvo lugar entre los años 1209 y 1244, por iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo de la dinastía de los Capetos (reyes de Francia en la época), con el fin de reducir por la fuerza el catarismo, un movimiento religioso calificado como herejía por la Iglesia católica y asentado desde el siglo XII en los territorios feudales del Languedoc, favoreciendo la expansión hacia el sur de las posesiones de la monarquía capetana y sus vasallos. La matanza fue total.

El término Inquisición (latín: Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium) hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía en el seno de la Iglesia Católica. La Inquisición medieval, de la que derivan todas las demás, fue fundada en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros o albigenses, en 1249 se implantó también en el reino de Aragón (fue la primera Inquisición estatal) y en la Edad Moderna, con la unión de Aragón con Castilla, fue extendida a ésta con el nombre de Inquisición española (1478 – 1821), bajo control directo de la monarquía hispánica, cuyo ámbito de acción se extendió después a América; la Inquisición portuguesa (1536 – 1821) y la Inquisición romana (1542 – 1965).

La conquista de América (bajo el signo de la cruz) donde vivían unos 12 millones de indios nativos, dio lugar a que más de 6 millones de ellos perdieron la vida, asesinados, por enfermedad o por trabajar en las minas. La Iglesia fue la principal beneficiaria con el oro y la plata y con la apropiación de las tierras. 

En 1542 el papa Paulo III publicó la bula “Licet ab inicio” reorganizando el Santo Oficio de la Inquisición en Roma, centralizando en ella la jurisdicción sobre toda la cristiandad occidental. Se le dio poderes para ocuparse de todos los herejes y de sus protectores para perseguirlos, condenarlos y ejecutarlos. Sólo en Francia fueron quemaron miles de herejes.

En 1568 la Inquisición española ordena el exterminio de tres millones de rebeldes en Holanda. Entre 5.000 y 6.000 protestantes fueron ahogados por las tropas españolas católicas, “un desastre del que los burghers of Emden se dieron cuenta por los miles de sombreros holandeses que flotaban”.

En 1562 estalló en Francia una guerra civil religiosa intermitente, que duró hasta 1572. El acontecimiento más destacado fue la matanza de San Bartolomé, que ocurrió en París la noche del 24 de agosto de 1572, donde los católicos irrumpen contra los hugonotes (protestantes) arrancándolos de sus camas para degollarlos, agarrotarlos o matarlos a tiros. El asesinato en masa dejó esa noche a unos 3.000 hugonotes muertos, en las semanas siguientes la orgía de muerte que llevaban a cabo los católicos continuó en las provincias, acabando con la vida de al menos unos 20.000 hugonotes más. Toda esta matanza fue ordenada por el Papa Pio V.

El 17 de febrero de 1601 la plaza romana de Campo dei Fiori vio cómo Giordano Bruno, despojado de sus ropas y atado a un palo, con la lengua aferrada en una prensa de madera para que no pudiese hablar, fue quemado vivo, al igual que sus trabajos, en cumplimiento de la sentencia dictada pocos días antes por el tribunal romano de la Inquisición, tras un largo y tortuoso proceso iniciado en Venecia en 1592 que lo declaró hereje, impertinente y obstinado.

Siglo XVII: Los católicos matan a Gaspard de Coligny, un líder protestante. Después de asesinarlo, la horda católica mutila su cuerpo, “cortándole su cabeza, sus manos y sus genitales… después lo tiran al río, después, decidiendo que no era digno de ser comido por los peces, es sacado del agua y arrastrando lo que quedaba… lo llevan a Montfaulcon, para ser carne de carroña, gusanos y cuervos”.

Siglo XVII: Los católicos saquean la ciudad de Magdeburgo (Alemania). Alrededor de 30.000 protestantes muertos. “En una sola iglesia 50 mujeres fueron encontradas decapitadas,” cuenta el poeta Friedrich Schiller, “y los infantes se encontraban todavía en los pechos de sus madres muertas”.

Siglo XVII: Durante la guerra de los 30 años (católicos vs. protestantes) por lo menos el 40% de la población es muerta, en su mayoría en Alemania.

El 23 de Noviembre de 1936, el cardenal arzobispo de Toledo, Gomá, en un declaración sobre la Guerra Civil española afirmó: “Nos place hacer el honor debido a los Obispos y fieles de muchas naciones que por nuestro conducto han querido expresar al pueblo español su admiración por la virilidad, casi legendaria, con que gran parte de la nación se ha levantado para librarse de una opresión espiritual que contrariaba sus sentimientos y su historia, al par que algunas de ellas socorrían con largueza nuestras necesidades creadas por el terrible azote. Es la expresión del vínculo de caridad cristiana que, como une entre sí a individuos y familias y los acerca más en días de tribulación, así lo hace en este orden del internacionalismo católico, en que todos formamos el gran cuerpo místico cuya Cabeza es Jesucristo, nuestro Padre y Señor”.

Meses después, toda la jerarquía española encabezada por el papa difundía a los cuatro vientos estas mismas palabras de Gomá en el documento “Carta colectiva de 1937”. En esta carta se calificó de “Cruzada” la sublevación del fascismo español contra la República.

Ya en pleno siglo XX, las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia entre otras, que dejaron miles de muertos y desaparecidos, estuvieron siempre legitimadas por los jerarcas de la Iglesia.