Publicado por sectaopusdei el 24 de septiembre de 2021
Publicado en: corrupcion, Mentiras. Etiquetado: corrupcion, fraude, mentiras. 1 comentario
Karlheinz Deschner fue un historiador que destacó por su estudio crítico del cristianismo y especialmente de la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR). Le fue concedido el prestigioso premio Arno Schmidt por sus esfuerzos para combatir la ignorancia. Entre sus trabajos destaca su monumental obra de 10 tomos Historia criminal del cristianismo. Pero es su obra El credo falsificado, la que quizá más repercusiones sociales pudiera tener, puesto que demuestra de forma rigurosa que el cristianismo como religión está basado en mentiras y falsificaciones, llegando a afirmar en su obra que:
“Quien, por principio, da por demostrada la historicidad de Jesús lo mínimo que se puede decir de él es que no es leal, y quizá un tramposo” y esto se deduce porque a día de hoy no hay una sola prueba segura de la existencia real de Jesús porque, entre otras cosas, ningún historiador del tiempo de Jesús escribió sobre él. La falta de honestidad es algo que se corrobora viendo la “santidad” de los representantes de la ICAR, que se presenta como la única Iglesia creada por Cristo, que más parecen interesados en dinero y poder que en otra cosa. Interesantes estas líneas extraídas del libro:
“Hay que conocer que no sólo el papa León X (1513-1521) debió decir lo “mucho que nos ha servido el embuste de Cristo” sino que Tertuliano, el padre del cristianismo de occidente, que está mucho más próximo a los orígenes del cristianismo (150-225), el auténtico fundador del catolicismo, abiertamente y por tres veces habló del cuento-Cristo”.
Sobre los Evangelios, que constituyen la única fuente que da información de Jesús, hay que decir que no son una fuente histórica, sino más bien obras literarias producto de la fantasía. Esto viene corroborado en el siguiente texto extraído de El credo falsificado:
“Del estudio de la exégesis crítica se deduce que los Evangelios no son fuentes históricas fiables sino productos de literatura mitológica surgidos del delirio de la fe, escritos misioneros y de propaganda destinados no sólo a fortalecer a los cristianos en su credo sino a ganar nuevos adeptos. Sus autores no habrían tenido el menor interés por la realidad histórica, tal y como la entendemos nosotros. Dicho de otro modo: Los Evangelios son producto de la fantasía de las comunidades posteriores. Antiguos mitos han ido depositando su huella”.
Desde luego, el tema de los milagros ya podría hacer ver los Evangelios como una obra mitológica, pero, además, está el tema de las numerosas contradicciones que restan credibilidad a estas “sagradas” escrituras. A continuación, algunos de los muchos ejemplos expuestos en El credo falsificado:
“Falta de memoria le ocurre a Juan el Bautista. En su bautismo de Jesús se abre el cielo, baja el espíritu santo y una voz proclama a Jesús como hijo amado; pero Juan, cuando 8 capítulos más tarde está en la cárcel, ha olvidado todos estos sucesos llamativos tan completamente que manda a sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que va a venir o debemos esperar a otro?”
“Un milagro es el ángel en la narración de la resurrección. En Marcos las mujeres lo encuentran en el sepulcro; en Mateo está delante de la fosa en la losa corrida. En Lucas no está ni delante del sepulcro ni en el sepulcro, pero inmediatamente llegan dos ángeles. Se colocan de pronto junto a las mujeres. También en el cuarto Evangelio hay dos ángeles, pero estos aguardan ya sentados en el sepulcro. En el Evangelio de Marcos y en el de Juan aparece el resucitado primero a María Magdalena, en el de Mateo aparece primero a las dos Marías a la vez, en Lucas se muestra primero a los dos discípulos de Emaús. El lugar de las apariciones, según Marcos y Mateo, es en Galilea, según Lucas en Jerusalén”.
Que una institución basada en mentiras y falsificaciones tenga un enorme poder e influencia en las instituciones del Estado, condena a la sociedad a padecer un fraude continuo que se refleja por ejemplo en las inmatriculaciones ilegales de la ICAR, de las que no parece que estén dispuestos a devolver nada. Esto se agrava cuando a tantas personas las bautizan siendo menores de edad. La ICAR utiliza esta tradición impuesta de rituales como una especie de contrato de forma que, llaman “herejía” a la negación de las doctrinas católicas una vez recibido el bautismo. Una muestra de la falta de honestidad y perversión intelectual de la ICAR, es considerar miembros de su Iglesia a personas que han sido objeto de rituales sin su consentimiento en una edad donde legalmente no se puede exigir algún tipo de contrato. La mayoría de las personas bautizadas son ajenas a que la ICAR las utiliza en sus estadísticas para mostrarse enorme por el número de sus miembros, cuando en realidad esas cifras serían seguramente muy inferiores si se prohibieran esos rituales con menores y, solo los que legalmente fuesen considerados mayores de edad pudiesen bautizarse mostrando plena consciencia de lo que hacen. Pero en lugar de ser así, la ICAR exige un molesto proceso al que llaman apostasía para que te consideren fuera de su Iglesia y que implica la renuncia a la fe, como si los recién nacidos pudiesen tener alguna fe. Además, algunas diócesis se niegan a conceder la apostasía.
Así, no importa si eres una persona atea o detestas a la ICAR, te dicen que perteneces a su Iglesia, aunque no lo desees y sin que alguien jamás te haya preguntado si deseas pertenecer a su Iglesia siendo mayor de edad. Especialmente son descaradas esas diócesis que se niegan a aceptar la apostasía de quienes no desean pertenecer a la ICAR.
Es y ha sido una amenaza para la sociedad que una institución basada en mentiras controle por medio de sus miembros los recursos del Estado, pero esto es algo que ya sabemos y tenemos que soportar con impotencia, especialmente cuando impiden la reforma del actual Consejo General del Poder Judicial que descaradamente ocupan de forma abrumadora manteniendo los ilegales privilegios de la ICAR. Con un Poder Judicial honesto probablemente se impedirían los abusos de la Iglesia.