Para orgías con monaguillos monaguillos

Para orgías con monaguillos monaguillos

por | Jun 8, 2024 | CAMPAÑAS, NEWSLETTER

Emerge el escandalo de un cura pederasta con un piso para orgías con monaguillos monaguillos
El vicario de una iglesia de Barcelona confirmó antes de morir la trama de abusos de José Mariné, ocultados durante décadas Iñigo Domínguez Madrid El arzobispado de Barcelona ha admitido un grave escándalo de pederastia oculto durante déca­das en la iglesia de San Félix Afri­cano, un caso desvelado por EL PAÍS tras una acusación que se­ñalaba al párroco, José Mariné Jorba, de abusos en los años se­tenta. Uno de sus antiguos mona­guillos, Aurelio Álvarez, lo denun­ció en 2023 en el arzobispado, que ahora le ha informado de que la investigación canónica abierta ha desvelado un escenario de horror que describe una red de pederas­tía organizada en torno a los ni­ños de la parroquia, situada en el barrio Ciutadélla-Vila Olímpica: el cura disponía de un piso don­de llevaba a los monaguillos pa­ra agredirlos sexualmente, una vivienda gestionada por otro cu­ra más joven por la que pasaban otros adultos, que acudían incluso con una contraseña. Así lo ha con­firmado un testigo clave, el vicario parroquial, Pere Muñoz, que ha­bía guardado silencio hasta ahora tras asistir durante años a sus abu­sos. Mariné, que antes pasó por Santa Coloma de Gramenet, fue párroco en este lugar hasta 1990. Aurelio Álvarez ha conseguido contactar con otros cuatro mona­guillos y una mujer que también confirman todo: “El ambiente era muy sectario y tóxico. Ha si­do muy difícil y muy duro. Nos ha dejado a todos destrozados. Yo denominaría a éste lugar la iglesia
del terror”. La archidiócesis de Barcelona, consultada el viernes por la mañana, respondió que no le daba tiempo a contestar a este diario hasta el lunes. El vicario fue localizado en Cartagena, donde vivía ya retira­do y con avanzada edad. Al pres­tar declaración no solo confirmó la acusación de Álvarez, sino que amplió la dimensión del escánda­lo. Esta víctima afirma que, según la información que ha recogido, “tanto monaguillos como beatas sufrían abusos en el piso por par­te de Mariné, tres curas más y un seminarista”. Álvarez explica que Marine «utilizaba la fe para normalizar
el abuso y, al mismo tiem­po, creaba un ambiente competi­tivo entre los monaguillos; fomen­tando celos, envidias y disputas. Tenía favoritos entre ellos, que se convertían en captadores de más víctimas”. “En mi caso, abusaba de mí aparte, separado del resto, de­bido a mi carácter rebelde. Según me cuentan los otros monaguillos, les decía que yo no participaba de los ‘retiros espirituales’, como los llamaba, porque me resistía a los actos y pruebas, y podía estropear todo”, relata. Un monaguillo del grupo era Miguel Ángel Barco, que luego se hizo sacerdote y protagonizó un                                     
sonado incidente en Zaragoza en 2014, como párroco de Épila, al ser acusado de acosar a un diáco­no de 27 años con el que convi­vía.. Él negó las acusaciones, pero el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, pagó al diácono 60.000 eu­ros, aunque aseguró que no daba crédito a las acusaciones. El asun­to acabó costando el puesto al ar­zobispo y su salida de la diócesis. Más tarde, Barco fue expulsado del sacerdocio por el Vaticano en 2018. Contactado por este diario, ha negado que sufriera o presen­ciara abusos de Mariné, defiende la inocencia del sacerdote, asegura contar con más testimonios.
La archidiócesis de Barcelona, si bien ha financiado una terapia a la víctima, se negó por otro lado a indemnizarla con el argumento de que el acusado ya estaba muer­to y, pese a saber la verdad, duran­te un año no informó a la víctima de sus averiguaciones ni de que se habían confirmado los abusos. Todo bajo el mando del cardenal Juan José Omella, que entonces era presidente de la Conferencia Episcopal (CEE), cargo que dejó en marzo. Por otro lado, la Igle­sia española sigue cuestionando los testimonios de las víctimas y solo se cree dos de cada 10, según emerge de su polémica clasifica­ción de casos como probados o no probados, inédita en el resto de países católicos donde se ha investigado el escándalo. El arzobispado tenía ya la de­claración del vicario en la prima­vera de 2023, pero no dijo nada a la víctima. El mes pasado, un año después, el arzobispado le dio información, pero solo después de que el vicario falleciera y por medio de un enigmático correo electrónico: “(…) la enfermedad y muerte de Mn. Pere Muñoz Iranzo ha impedido el remedio penal de reprensión, acompañado de peni­tencia, consistente en pedirle per­dón por escrito a Ud., Sr. Álvarez, así como al resto de víctimas (…)”. Fue así como Aurelio Álvarez se enteró no solo de que se confir­maban sus acusaciones, sino de que había más víctimas. Le quedaba por descubrir lo más asombroso. Pero fue solo porque, de nuevo, se empeñó en ello. Exigió conocer el contenido de la declaración del vicario y el arzobispado por fin le citó para mostrarle el texto el mes pasa­do. No le dieron copia, porque en los procesos canónicos la víctima no tiene derecho prácticamente a nada, ni siquiera a copia de la sentencia. Fue entonces cuando conoció que, en realidad, existía toda una trama pederasta orga­nizada por el párroco.